jueves, 17 de noviembre de 2011

Fausto.

Nunca hubo un fracaso tan anunciado. Nunca nadie pudo advertirme de tal fatalidad pues todos lo creían demasiado obvio. Nunca imaginé hace unos años que pudiese asumir una mediocre condición.

No se si es sabido por alguien, pero yo siempre quise ser ese. Ese del cual los profesores y maestros hablan a sus alumnos y pupilos y les recuerdan que antes de ellos, hubo ese uno, ese alumno que siempre recordarán. Bien por diestro o bien por haber causado una trascendencia mínimamente importante a sus carreras docentes. Todos sabemos, porque estaba anunciado que nunca ocurriría. Mi historia se escribe sola, con la propia letra de un mediocre perdedor, con mi propia letra.

En ocasiones pienso egoistamente lo bonito que sería hacer un pacto como el Faust de Goethe, un pacto con el demonio para no morir. Tendría muchos años (la eternidad realmente) para intentar crear trascendencia sin lograrlo.

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