lunes, 19 de septiembre de 2011

Con un poco me bastó.

Qué difícil es volver a las viejas rutinas. Qué difícil volver y qué fácil acostumbrarse, como zambullirse en el agua fría del Océano Atlántico, una vez que estás dentro olvidas que no podías meter más cuerpo que las rodillas.

Un huracán de aire tormentoso que al final se convierte en algo inapreciable, te encuentras en el ojo del huracán y no quieres salir porque no te hace falta.

Un nuevo olor a viejo que ensimisma los sentidos como la primera vez. Nuevo olor a viejas sillas y viejo olor a nuevos libros y bolígrafos. Una sonrisa simpática delante de ti y una voz chirriosa dando el coñazo en las horas más inesperadas e inoportunas. Una época para ver como fluye todo a flor de piel, muy a flor de piel o para sumirse en la miser,a muy en la miseria.

Tiempos modernos para viejas costumbres, ya es tarde para cambiar, solo queda acostumbrarse, digo yo.

domingo, 11 de septiembre de 2011

El terremoto haciendo olas.

El cielo oscurece y la niebla baja. Todo esto trae consigo un bochorno generalizado de los últimos días del agonizante verano que se va para volver en 9 meses. 9 meses largos, muy largos y complicados, con sus idas y venidas.

Como una eterna y aburrida tarde de domingo en la que nadie quiere arriesgar ni hacer nada porque no hay nada que hacer ni arriesgar. El tiempo pasa lentamente, se consume despacio y sin hacer prisioneros.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Creo que deberíamos.

Deberíamos inspirar fuertemente y llenar los pulmones de aire nuevo, creo que deberíamos. Podríamos disfrutar de esas pequeñas cosas que no vemos, los más frívolos y a la vez importantes placeres de esta vida. Unas pequeñas gotas de agua fría que te recuerdan que hay más cosas en los momentos duros o de autodestrucción.

Brindemos por los pequeños placeres que siempre son los más grandes.

¿Cómo decirlo?

Me presenté allí, quieto, inmóvil como un revival de emociones que se dice. Viejos recuerdos emergían de lo más oscuro del propio ser humano, viejos recuerdos que seguían a flor de piel, imborrables, grabados a fuego en la memoria.

Hay quien intenta olvidar y no lo consigue y quien sí lo hace. Mi caso sería el primero, obscena inquietud de una perturbada mente con más perturbador destino. Recuerdos lejanos más cercanos que la propia nariz con muy pocas ganas de irse, pero muy pocas.

Aunque te encuentren fumando en la plaza, aunque la vida te dé reveses, aunque nos veamos y no nos reconozcamos, aunque la vida nos lleve por caminos raros, aunque nos dediquemos a fumarnos la vida en moteles de carretera sin amor, sin nada de amor, ni pizca. Una vez la vida nos trató bien y para los buenos chicos siempre vendrán buenos tiempos, pero nosotros no lo somos, ya lo sabes.